La Fundación Iván Tovar es una entidad cultural y educativa sin fines de lucro, que tiene como misión preservar, promover, difundir y desarrollar el arte y la cultura en la República Dominicana, con enfoque especial en la obra y trayectoria de Iván Tovar, referente del surrealismo y uno de los artistas dominicanos mas relevantes (y fascinantes) de nuestros tiempos. Detrás de esta labor, está un equipo comprometido y apasionado, encabezado por su hija Daniela Tovar, presidenta de la Fundación; Héctor José Rizek, secretario; María Castillo, vicepresidenta; Yuri Ruiz, tesorero. Además de Lilian Carrasco en el área de investigación y Mariella Acebal en la gestión de proyectos. Ellos, junto a otros colaboradores que también son parte, ponen alma y corazón para mantener vivo el legado de un genio. Aquí se los presentamos.
Daniela Tovar, presidenta de la Fundación Iván Tovar

Por Evelyn Betancourt Holt-Seeland | Fotografías: Jochy Fersobe | Dirección de arte: Mabel Manzano| Diseño y diagramación: Elyoenay Tejada| Estilismo: Giovanna Vásquez Podestá | Catering: Ambrosía | Agradecimientos: Carolina Herrera/ Purificación García
Fotografías de las obras: Mariano Hernández, Quico Valenzuela, Luis López (Gabú) y José Ángel Perdigones Muñoz, Cotton Agency.
¿Cómo fue ser la niña de papá y cómo se siente hoy ser la responsable del cuidado de su legado?
Ser la niña de papá fue crecer entre arte y trabajo duro. Mi padre fue un gran artista y un “fajador”. Cuidar el legado de Tovar es un acto de amor y responsabilidad. Es asegurar que su obra siga viva, que su voz no se apague y que su universo único siga inspirando y motivando a las nuevas generaciones.
¿Qué recuerdos especiales guardas de tu padre? ¿Cómo era tu relación con él?
Teníamos una relación muy especial que fue variando a medida que yo iba creciendo. Con el tiempo fui entendiéndolo cada vez más, y esa empatía se fortaleció cuando enfermó, gracias al acercamiento que pudimos tener durante las semanas que pasé cuidándolo en Santiago de Compostela, antes de que regresáramos definitivamente a Santo Domingo. Uno de los recuerdos que más atesoro es cuando venía del taller y nos preguntaba (a mi madre y a mí) qué queríamos almorzar, y con mucho cariño nos cocinaba nuestra comida preferida. Nunca olvidaré su sabiduría para afrontar las dificultades. Su frase favorita era: “No hay problema sin solución”. Nos ofrecía consejos llenos de calma y nos ayudaba a resolver cualquier situación.
¿Cómo era verlo pintar? ¿Alguna anécdota curiosa que quieras compartirnos?
Cuando me llevaba con él al taller, me daba papel y crayones para entretenerme mientras él trabajaba, pero yo casi no dibujaba porque me quedaba embelesada observando lo concentrado que estaba cuando pintaba, como movido por una fuerza que muchas veces ni él mismo me podía explicar. Era algo que venía de muy adentro. Nunca finalizaba su jornada sin antes organizar y limpiar todos los pinceles que usaba, uno tras otro, con una dedicación que era casi un ritual. Esa disciplina y esa pasión reflejan la entrega total que tenía hacia su obra.
¿Cómo ha sido aprender a ver a tu papá desde la óptica del artista y separarlo un poco de la óptica del padre?
Ha sido un desafío significativo, ya que cada proyecto que desarrollamos involucra una fuerte carga emocional, pues todos están estrechamente vinculados con nuestros recuerdos y las memorias de la historia familiar. Sin embargo, con el tiempo voy aprendiendo a separar ambas cosas, a verlo desde otra perspectiva.
¿Cómo surge la idea de la Fundación Iván Tovar y qué significa esto para ti?
Surge de la necesidad de preservar, estudiar y difundir el legado artístico y cultural de mi padre. Para mí, significa un compromiso fundamental con su memoria y la vía más idónea para mantener su arte vivo.
Una exposición inmersiva, una retrospectiva, el proyecto de La chaise adulte. ¿Cómo ha sido ejecutar tantos proyectos sobre la vida y obra de tu padre en tan poco tiempo?
Nosotros mismos nos asombramos de todo lo que hemos hecho en tan poco tiempo y con un sello de excelencia y cuidado que algunos consideran inspirador. Somos un equipo multifacético, cohesionado y totalmente entregado a nuestra misión. El liderazgo, visión soñadora y mecenazgo de mi padrino, Héctor José Rizek Sued; el apoyo de mi madre, María Castillo, cuya guía ha sido fundamental; los valiosos aportes de Yuri Ruiz, Simona Cappelli, Lilian Carrasco, y recientemente, Mariella Acebal Rizek, así como el apoyo de tantos otros colaboradores y relacionados ha sido muy importante para enfrentar cada nuevo reto que nos hemos planteado. Poder promover su obra en distintos formatos nos ha permitido explorar nuevas oportunidades de conexión con su legado y ofrecer al público diversas lecturas de su trabajo. Cada proyecto ha sido una forma de diálogo con él, con su pensamiento y con su sensibilidad artística.
Sabemos que tienen grandes proyectos a la vuelta de la esquina. ¿Cuál es el que te tiene más entusiasmada?
Estamos trabajando en nuevas exposiciones y publicaciones editoriales internacionales que seguirán difundiendo su legado a nivel global. Ver cómo la obra de mi padre sigue tocando corazones y conectando con nuevos públicos es lo que más me entusiasma.
Como hija, ¿qué te gustaría decirle al mundo sobre tu padre y sobre el artista?
Como hija, quiero que el mundo sepa que mi padre fue mucho más que un gran artista: fue un ser profundamente sensible, reservado y genuinamente conectado con su mundo interior. Llegar hasta donde lo hizo, exigió mucha entrega y sacrificio, a veces en detrimento de su salud. Detrás de cada trazo, de cada figura onírica en sus cuadros, había un hombre que veía la vida de una forma única, casi mágica, y que dedicó todas sus energías a aquello que consideraba su razón de ser: pintar.
¿Cuál es tu obra favorita y por qué?
Mi obra favorita se titula Daniela, 1989. Se inició en 1988, durante el embarazo de mi madre, y se terminó en 1989. Tiene un valor sentimental inmenso, ya que no solo marca un momento muy especial en la vida de mis padres, sino que también representa mi llegada al mundo, vista a través de su sensibilidad artística. Es una pieza que, más allá de su belleza visual, encierra una carga afectiva profunda. Para mí, es como un retrato familiar simbólico, donde están presentes el amor, la expectativa y la conexión que nos une como familia. Cada vez que la observo, siento que ahí está contenida una parte esencial de nuestra historia: el vínculo entre mis padres, su amor traducido en arte y mi propia existencia tomando forma en su imaginario.

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«Ser presidenta de la Fundación Iván Tovar es una gran responsabilidad. Mi trabajo implica el desempeño de funciones ejecutivas y de gestión de proyectos culturales y educativos. Como heredera de los derechos de autor de mi padre, debo dar seguimiento a todo lo que ocurre con su obra a nivel local e internacional para velar, junto a nuestro comité de autentificación, que no se vulnere su legado artístico. Es un verdadero honor preservar y compartir con el mundo el legado artístico y humano de mi padre, de la mano de un gran equipo».
María Castillo, Vicepresidenta de la Fundación Iván Tovar

Pasaste 30 años de tu vida junto a Iván Tovar y fuiste testigo de primera mano de episodios interesantísimos de su vida y obra. ¿Qué consideras lo más genial o apasionante del artista y lo más especial del ser humano?
Del artista, debo resaltar el fervor que profesaba a su oficio. Salvo que algún episodio de salud se lo impidiera, cumplía siempre con sus dos tandas de taller: mañana y tarde. A veces, hacía una parte del fondo de un cuadro y debía esperar muchas horas hasta que el óleo secara; aun así, no dejaba de volver al taller a dibujar o a limpiar sus pinceles. Del ser humano, puedo decir que era sumamente desprendido.
¿Cuál dirías que fue su etapa más fascinante?
Sin duda, la llegada a París en el 63. Esa ciudad estimulaba constantemente su creatividad y abrió las puertas a un mundo artístico e intelectual que él necesitaba explorar. Allí encontró un entorno donde su lenguaje artístico no solo era comprendido, sino también valorado. En París pudo dedicarse por completo a su obra, rodeado de otros artistas, pensadores y críticos, con algunos de los cuales mantuvo una sólida amistad a través del tiempo. Fue también una etapa de formación y reafirmación. A pesar del exilio emocional que a veces supone estar lejos de casa, de las dificultades (pasó hambre, aguantó frío y pegaba ladrillos o pintaba paredes para sostenerse en lo que llegaba el dinero de la beca o del crédito educativo que había tomado), París fue un espacio de crecimiento, de consolidación. Su voz como artista se volvió más potente y definida.
¿Y cuál resaltarías como la etapa en la que produjo sus mejores obras?
A partir del 67. Por más de una década, tuvo una etapa especialmente productiva y reveladora. Su madurez pictórica lo llevó a realizar muchas de sus obras más emblemáticas. En ese tiempo, ya había alcanzado una mayor definición de su estilo, tanto en lo técnico como en lo conceptual. Su trazo se volvió más seguro, su mundo simbólico más refinado y su capacidad de síntesis más poderosa: había encontrado su propia voz.
¿Cómo fue tu vida con él?
Mi vida con Iván fue un viaje largo, profundo, lleno de momentos luminosos y también de desafíos. Estar al lado de un artista como él implicaba convivir con su mundo interior, con sus procesos creativos, con sus silencios. Aprendí a acompañarlo sin invadir, a respetar sus ritmos. El hecho de que yo también fuera artista creaba una conexión especial entre nosotros que facilitaba la comprensión. Tuvimos una complicidad hecha de rituales sencillos, de admiración y apoyo. Siempre estaba en los estrenos de mis obras y nos gustaba ir al cine a ver buenas películas. Casarnos fue una decisión de la cual no me arrepiento, a pesar de la diferencia de edad. Lo hice con la persona que amaba y me duró 30 años, contra todo pronóstico. En Jarabacoa construimos tres cabañas en distintas épocas y lugares. Me encantaba quedarme con él en esa loma apacible entre un proyecto escénico y otro. También viajábamos mucho: París, Madrid, Nueva York.
Hubo momentos muy difíciles, como en toda relación tan duradera, pero a lo largo de ese tiempo juntos siempre hubo respeto, complicidad y un amor que dio origen a la mejor creación de ambos: nuestra hija Daniela.
¿Cómo era Iván? ¿Qué lo movía?
Iván era un ser atormentado. Nunca pudo despojarse de los traumas de su niñez, provocados principalmente por la pérdida de un padre al que nunca llegó a conocer porque falleció cuando él estaba muy pequeño. Más adelante, le afectó mucho la convivencia con un padrastro militar y la temporal separación de su madre, a la que adoraba, por razones de salud. La pintura fue el medio que encontró para exorcizar esos fantasmas, convirtiendo su arte en una cartografía del inconsciente, a través de escenarios mentales cargados de misterio y sensualidad. Disfrutaba con cosas muy simples. Le gustaba el vino, conversar con gente sencilla, sin desdeñar una buena conversación con intelectuales o artistas amigos. Iván era un ser muy introspectivo. Le gustaba el silencio, lo buscaba, lo necesitaba. Era ahí, en ese espacio de quietud, donde encontraba su equilibrio y donde surgían las imágenes que luego trasladaba al lienzo. Pero también era un hombre con un gran sentido del humor y una risa muy estridente. Tenía una voz verdaderamente hermosa. Por las mañanas se tomaba una jarra de café bien cargado y con muchísima azúcar. Por temporadas, practicaba yoga. No era religioso, pero sí profundamente metafísico. Lo movía la necesidad de comprenderse a sí mismo y al mundo a través del arte. Pintar no era solo su oficio, era su forma de existir.
Hoy cuidas con celo su legado e historia. ¿Qué es importante para ti que el mundo conozca?
Es importante que el mundo conozca no solo al gran pintor que fue Iván Tovar, sino al hombre detrás del artista. Que entiendan que su obra es el resultado de una vida vivida con intensidad, con pasión, con mucha honestidad. Que sepan que cada cuadro es un pedazo de su alma, de sus sueños, de sus batallas internas. Que lo recuerden no solo por sus creaciones, sino por su coherencia, su sensibilidad y la silenciosa, pero firme manera en que asumió, junto a otros artistas, su papel de joven comprometido con cambiar la situación del país en los momentos más difíciles de nuestra historia.
¿Cuál es tu obra favorita y por qué?
La possession du vide (portrait de María), 2007. Fue su regalo en nuestro 20 aniversario, en 2007. Es mi favorito, y no solo por la fuerza y pasión que proyecta, a la par de su acostumbrada maestría en la ejecución; sino porque hay en él una conexión muy existencial (que prefiero no revelar cuando me preguntan su significado). Son cosas muy íntimas que solo deben mantenerse en nuestra memoria y en nuestro corazón.

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«Somos un equipo multidisciplinar. Mi área de acción gira en torno a tres ejes fundamentales: memoria viva, dirección artística y gestión cultural. Además, desde que nació la fundación, me he dedicado a trasmitir a Daniela mis conocimientos para que asuma con más fundamento la gran tarea que tiene sobre sus hombros».
Héctor José Rizek, Secretario de la Fundación Iván Tovar

¿Cómo y cuándo comienzas a interesarte por la obra de Iván Tovar?
Mi primer encuentro con la obra de Iván Tovar fue en casa de mi tío Salomón Rizek Llabaly, cuando vi La infancia de Ravot, 1979. Quedé impresionado: el fondo oscuro, la volumetría de las formas y los colores me hechizaron. La sorpresa fue mayor al descubrir que el autor era un primo lejano que ya había triunfado en París. Ese momento despertó mi curiosidad no solo por el arte, sino por conocerlo personalmente y acercarme a su universo visual.
¿Cómo se va profundizando ese interés inicial en el tiempo hasta convertirte en coleccionista?
Desde muy joven, empecé a visitar las principales galerías y vendedores de arte de Santo Domingo con mi esposa, Bethania Guerrero de Rizek. Así fui conociendo las obras de los grandes maestros. Luego, mi interés por conocer a Iván se convirtió en amistad. La tía Ivonne Mues Llabaly me lo presentó y poco a poco fui conociendo su obra y su manera de vivir el arte. María Castillo y él me eligieron para bautizar a su hija Daniela; eso nos unió todavía más. Cada obra que adquirí se convirtió en un diálogo con su mundo, un espejo que refleja miedos, deseos y emociones. Ser coleccionista no ha sido únicamente un acto de adquisición, sino una forma de profundizar mi vínculo con el arte y el universo de cada artista.
¿Qué características de su obra te sedujeron?
Tovar logra que lo personal se vuelva universal. Sus lienzos combinan surrealismo con emociones intensas: placer, dolor, deseo, miedo. Cada obra es un espejo deformante donde nos reconocemos y nos enfrentamos a nuestro mundo interior. Además, su dominio del color, la forma y el volumen da vida a cada cuadro, creando una experiencia que trasciende lo visual y toca lo emocional.
Hoy eres uno de los principales impulsores de la obra de Tovar. ¿Qué te motiva a divulgarla para mostrarla al mundo?
Es imposible quedarse callado frente a su obra. Cada persona que se acerca a Tovar se encuentra a sí misma en sus lienzos. Mi motivación es compartir esa experiencia, abrir puertas a quienes nunca lo han visto y mostrar al mundo la riqueza del surrealismo dominicano por medio de su arte. Es una forma de honrar su talento y garantizar que su legado trascienda fronteras.
¿Dónde te gustaría ver sus obras? ¿Cuál es tu visión en este sentido?
Me gustaría ver sus obras en museos internacionales, galerías de renombre y espacios donde el público pueda experimentar la fuerza de su universo pictórico. Sueño con que cada pieza sea valorada, que la gente pueda sumergirse en su mundo y sentir la misma emoción que sentimos los que lo conocemos desde cerca.
¿Cómo surge la exposición inmersiva Tovar: surrealismo vivo, la primera en su clase en el país?
La exposición inmersiva nació de la necesidad de acercar al público a la experiencia completa de Tovar. No basta con ver los cuadros colgados en una pared, hay que entrar en su universo. Con el equipo de especialistas y la familia, ideamos un recorrido sensorial que permitiera que cada visitante se conectara emocionalmente con su vida y obra. Fue un proyecto pionero en el país y un paso importante para mostrar a Tovar al público masivo.
Cuéntanos de tu relación con La chaise adulte. ¿Cómo surge este proyecto y cómo se ha ido magnificando?
Surgió como un proyecto que combina diseño, arte y memoria del artista. Desde el inicio, fue un homenaje a su visión: un objeto cotidiano convertido en símbolo de su creatividad y fuerza. El proyecto ha ido creciendo con el tiempo, integrándose en exposiciones y eventos, y mostrando que Iván Tovar no solo vive en sus lienzos, sino también en la manera de reinterpretar el mundo que nos rodea.
¿Por qué es para ti tan importante que se conozca su historia y que su legado impacte al mundo?
Tovar no es solo un artista; es un reflejo de la complejidad humana y del surrealismo en general. Conocer su historia nos permite entender su obra, su contexto y sus inquietudes. Que su legado impacte al mundo es reconocer la riqueza de nuestra cultura y la capacidad de nuestros artistas de dialogar con el arte universal. Además, inspira a jóvenes artistas a explorar, crear y atreverse a soñar en grande.
¿Cuál es tu obra favorita y por qué?
La obra que escogí es La parole trende, 1970. Siento que respira intimidad y sugerencia. No busca imponerse, sino invitar a quien la observa a detenerse y sentir. La pieza parece hablarnos de un mundo suspendido entre la estructura y la emoción; lo geométrico se encuentra con lo orgánico, lo racional con lo afectivo, y en ese encuentro surge una sensación de equilibrio delicado. El corazón, sutil y discreto, no anuncia su presencia; más bien, nos recuerda que incluso en los espacios más austeros y minimalistas hay lugar para la ternura y la vulnerabilidad. Las formas vegetales, que crecen silenciosas en un lado del cuadro, parecen hablar de la vida que se abre paso con paciencia. Percibo la obra como una invitación a reflexionar sobre la coexistencia de lo humano y lo natural, de lo pensado y lo sentido.

FUNDACIÓN IVÁN TOVAR
«La Fundación Iván Tovar nació para preservar y difundir la obra de Tovar, garantizar su legado y apoyar la educación artística en la República Dominicana. Mi aporte ha sido acompañar su crecimiento, ayudar en la organización, el mecenazgo, así como asegurar que la obra y el pensamiento de Tovar lleguen a nuevas generaciones. Es un puente entre el artista y quienes buscan conocerlo, más allá de las fronteras».
Lilian Carrasco, Área de Investigación Fundación Iván Tovar

Como investigadora, ¿qué es lo más fascinante que has descubierto de la obra de Tovar?
En el vasto universo de Iván Tovar (1942-2020), lo que más me ha cautivado ha sido sus procesos de búsqueda existencial. Su obra es, en muchos sentidos, un espejo de su propia vida, solo que visto desde una mirada introspectiva. Desde muy temprana edad, demostró una disciplina excepcional en la Escuela Nacional de Bellas Artes, dominaba el dibujo y el color con una madurez sorprendente. Era exigente consigo mismo, tanto que repetía asignaturas para perfeccionar el trazo, con una clara predilección por los tonos ocres y por el rigor compositivo. Estudiarlo en detalle me ha permitido confirmar que su proceso creativo está marcado por etapas sucesivas donde el color se convierte en hilo conductor. Sus primeras obras fueron de carácter figurativo, con un marcado interés por la figura humana, apreciándose la influencia de sus primeros maestros, especialmente Gilberto Hernández Ortega y José Gausachs. Luego, dos etapas de transición: en la primera, las figuras se fragmentan y aparecen partes del cuerpo y formas que sustituyen los retratos completos, con una marcada tendencia hacia la obra del artista cubano Wifredo Lam; en la segunda, influido por el artista neerlandés Johannes Vermeer y el artista italiano Giorgio Morandi, exploró en el manejo de la luz y en la escala de grises. Finalmente, esa experimentación le guió a sus fondos oscuros, densos y misteriosos, poblados de formas volumétricas que se convirtieron en sello de su lenguaje surrealista.
¿Y de su vida personal?
En lo personal, Tovar fue un hombre introspectivo, pero profundamente leal a sus amigos. No profesó creencias religiosas y, en su juventud, fue miembro del Movimiento Popular Dominicano (MPD). Se destacó como poeta, conservándose varios textos surrealistas, incluido su poema autobiográfico de 1973. Le gustaba la jardinería -tenía buena mano para cultivar plantas-. Mantenía su estudio organizado e impecable. Prefería caminar a manejar. De hecho, nunca aprendió a conducir. Encontraba placer en cocinar y disfrutaba la cerveza y el vino a temperatura ambiente. Se resistió al uso de la tecnología. Actuó con integridad: jamás firmó un cuadro hasta sentirse pleno con lo creado, y esa ética de respeto hacia su propio trabajo lo acompañó toda su vida. Mostró siempre un cariño entrañable por su madre, doña Rafaela Ynoa, a quien llamaban cariñosamente doña Fella. Vivió fundamental mente entre París, Santo Domingo y Jarabacoa. Los últimos tres años de su vida permaneció en Santiago de Compostela, en España, regresando a Santo Domingo delicado de salud, donde falleció el 13 de abril de 2020.
¿Algún dato que te haya sorprendido?
Una de las revelaciones formales más interesantes ha sido descubrir que Tovar evitaba el uso del
negro en sus fondos, optando por tonalidades como viridian green para generar la atmósfera oscura en sus composiciones. Esta elección no fue meramente estética, sino más bien un reflejo de una percepción consciente de que hay luz en la oscuridad y viceversa.
¿Cómo defines la obra de Iván Tovar?
La obra de Iván Tovar es un arte cerebral y existencial, donde dialogan la razón y la emoción, la mente y el alma. Sus composiciones no están diseñadas para impresionar de manera superficial, sino para llevar al espectador a reflexionar sobre lo más esencial de la vida: la existencia, los deseos, la fragilidad, las pasiones. Es un arte que incomoda y seduce a la vez, porque no se conforma con lo aparente, exige introspección, demanda honestidad frente a uno mismo.
¿Cuál es tu obra favorita y por qué?
Mi obra favorita es La patria triste, 1960. En ella, Tovar recrea la melancolía de una figura femenina recogida en sí misma y la sensación de un país herido, que se piensa y se duele en silencio. Esa figura solitaria no es únicamente una mujer en introspección, es metáfora de una nación en desarraigo, de una memoria colectiva fragmentada, de un lamento que se prolonga en el tiempo. Lo conmovedor de esta pieza es que, aunque pertenece a su etapa temprana, anuncia ya la dimensión social y existencial que atraviesa toda la obra de Tovar. La patria triste habla de las contradicciones entre la grandeza del arte y las resistencias que este enfrenta en los espacios públicos y en la vida cultural. Para mí, esta obra funciona como un espejo que devuelve no solo la tristeza de una patria concreta, sino también la vulnerabilidad del arte mismo cuando es despojado de su lugar. Quizá por eso me conmueve tanto, porque por medio de este dibujo, siento que el dolor íntimo de un cuerpo pensativo es también el dolor de un país que no termina de reconciliarse con su historia y de un arte que, aún en medio de la adversidad, resiste con dignidad.

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«Mi trabajo consiste en sistematizar y validar la información sobre Iván Tovar, asegurando que cada dato esté respaldado por fuentes confiables, especialmente primarias. Una parte esencial es periodizar sus exposiciones y distinguir entre las que están debidamente documentadas y aquellas de las que no existen evidencias sólidas. Claro, no es un esfuerzo individual, cuento con el apoyo de todo el equipo de la fundación, pero me corresponde dar rigor y forma académica a los procesos. Mi rol trasciende lo técnico, pues por medio de la documentación se preserva la memoria de un artista cuya obra se inscribe en la historia del surrealismo internacional y sigue dialogando con el presente»
Yuri Ruiz, Tesorero de la Fundación Iván Tovar

Compartiste con Tovar momentos importantes de su vida, especialmente en los últimos años. Cuéntanos de esa etapa junto a él.
Para mí, fue una experiencia maravillosa compartir con Iván la última etapa de su vida. Agradezco mucho a Héctor José Rizek el haberme puesto en contacto con él. Al principio fue muy tensa nuestra relación, ya que Iván era muy desconfiado con las personas que se acercaban a él, pero empecé a investigar sobre su vida artística en París, lo que me permitió establecer un hilo conductor de interés para ambos. También identifiqué a los artistas con los cuales él se relacionó en esa ciudad. Durante mi investigación, ubiqué el 90 % de las publicaciones donde sus obras y artículos habían sido publicados, así como también catálogos de subastas. Lo mantenía al tanto de sus obras subastadas, los precios alcanzados. A Iván no gustaba que la gente lo abordara para comprarle sus obras, así que me pidió que lo ayudara en ese aspecto, a lo que yo accedí, y eso me acercó más a él. La parte más embarazosa para mí fue el tener que acompañarle en su éxodo en Santiago de Compostela en el 2018, debido a que yo no estaba de acuerdo con su decisión de vivir en esa ciudad. Ahí le propuse hacer una serigrafía del Alfabeto Tovar. Con la ayuda del artista y fotógrafo español Luis López (Gabú), leemos un boceto del afiche, y al otro día me pidió que le acompañara a un negocio a enmarcarlo. En la primavera de ese mismo año, me tocó acompañarle en su despedida de París. Recuerdo que me invitó a tomar unas copas de vino en el restaurante La Coupole, ubicado en el bulevar de Montparnasse, donde me comentó: “Este no es el París de antes, ya no quiero regresar más”, y así sucedió.
¿Qué se quedó contigo del artista y del ser humano?
Del artista me quedó un compromiso por defender su legado, que no solo debe de ser patrimonial, sino para el disfrute de la humanidad. Del ser humano, la gratitud de permitirme entrar en su corazón y conocer sus virtudes.
¿Qué consideras que lo hacía especialmente único?
Su disciplina en el trabajo y la búsqueda de la perfección en su obra.
¿Algún detalle sobre Tovar del que no se hable mucho, pero que sería lindo saber?
El amor por su hija Daniela. Siempre que hablábamos, cuando él estaba en Santiago de Compostela, me preguntaba por ella y por su nieta Valentina.
¿Qué es lo que más admiras de la obra de Tovar y de él como artista?
Lo que más admiro de su obra es la simbología, la limpieza, los trazos y sus colores, y cómo dialogan con el que la observa. Como artista, admiro la manera en que lograba descomponer figuras y objetos en un espacio donde descargaba su angustia, desligándose de la lógica y la razón.
¿Cuál es tu obra favorita y por qué?
Mi obra favorita de Iván es Le démon de la forêt vierge, 1969-1970. Me gusta porque utiliza la figura de Adán y Eva en el paraíso. Me parece que es la primera vez que alcanza la perfección de su obra vegetal, combinada con un tótem que tiene figura de demonio (Adán). En la parte inferior del mismo está la serpiente. Por eso, le propuse que hiciera una escultura en bronce de ese tótem, a lo que él accedió de manera inmediata. Cuando le pregunté cómo sería la parte trasera, me dijo: “El cuerpo de una mujer (Eva)”.

Mariella Acebal, Gestión de proyectos Fundación Iván Tovar

¿Cómo y cuándo comienzas a colaborar con la Fundación Iván Tovar?
En 2024, mientras vivía en Nueva York. Comencé con la gestión de permisos y la logística del proyecto Tovar The Chair en Times Square. Al inicio parecía un sueño distante: un artista dominicano y una obra tan provocadora como La chaise adulte instalada en el corazón de Nueva York. Verla allí fue algo mágico. Una lección de que no hay metas imposibles si trabajamos con pasión y dedicación, y a la vez, una confirmación de que el talento dominicano no tiene límites.
¿Cómo sentiste la acogida del público? ¿Qué fue lo más emocionante?
La acogida del público fue increíble, pero lo más emocionante fue dejar la escultura en el corazón del mundo, expuesta a millones de personas, sin importar quiénes fueran, de dónde vinieran o cómo pensaran. Saber que la obra seguiría provocando preguntas y emociones en cada transeúnte fue lo que más me conmovió.
¿Cuál es tu obra favorita y por qué?
Todas las obras de Tovar son extraordinarias. Pero si tengo que elegir una, sería Le Souteneur, 1972, porque resume muy bien lo que hace único a Iván Tovar: es enigmática, con un aire onírico que te atrapa sin darte todas las respuestas, y a la vez, es profundamente simbólica. La figura femenina y los objetos que sostienen la obra parecen usuales, pero al mismo tiempo, extraños, casi inquietantes, lo que nos obliga a preguntarnos qué hay detrás de esa escena. Esa ambigüedad entre lo familiar y lo surreal es lo que la convierte en una obra fascinante y atemporal.

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«En la Fundación Iván Tovar no se descansa. Estamos desarrollando varios proyectos que seguirán llevando la obra de Tovar a nuevas audiencias. Aunque todavía no podemos compartir todos los detalles, puedo decir que vienen iniciativas extraordinarias que reforzarán aún más el lugar de Tovar y del arte dominicano en el mundo».
IG: @fundaciontovar
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