


Fotos: Leslie Gabaldon
En un rincón aún virgen del Caribe, donde la biodiversidad perdura y la comunidad sueña con un desarrollo que no excluya su identidad, una mujer lidera con visión intergeneracional, propósito y estrategia. Adriana Cisneros, presidenta ejecutiva de Cisneros, ha hecho de Tropicalia mucho más que un destino turístico: lo ha convertido en una visión encarnada del lujo con conciencia, un experimento vivo de lo que significa invertir en un país desde la empatía, la excelencia y el largo plazo.
Su mirada está moldeada por dos herencias poderosas: la visión empresarial y transformadora de su padre, Gustavo Cisneros, y la sensibilidad educativa y cultural de su madre, Patricia Phelps de Cisneros. De ambos ha heredado una forma de liderazgo que combina acción con sintonía emocional, escala con impacto y dirección con humanidad.
Con un pie en el mundo corporativo global y el otro en la tierra fértil de Miches, Adriana narra, con claridad y sin adornos, cómo construir futuro implica desaprender, escuchar y reimaginar lo que entendemos por desarrollo. A través de alianzas con actores como Four Seasons, el BID Invest y The Nature Conservancy, y con una sensibilidad profunda por la comunidad que la rodea, dirige una iniciativa que redefine las reglas del turismo en el Caribe.
Pero aquí no hablamos solo de turismo, se trata de un nuevo pacto con el Caribe. Uno que cuida tanto como transforma. Que mide su éxito en oportunidades generadas más que en metros construidos. Que encuentra belleza en la arquitectura que se adapta (como la de su aliado, el brasileño Isay Weinfeld, maestro en diseñar espacios que dialogan con la naturaleza) y que reconoce el verdadero impacto en iniciativas como Soy niña, soy importante, un programa que empodera a niñas de Miches a través de educación, acompañamiento y dignidad. En fin, esta entrevista revela a una líder que no teme, en lo absoluto, a cambiar las reglas del juego y a un proyecto que no se contenta con atraer visitantes, sino que los invita a formar parte de algo muchísimo más grande.
¿Cuál fue ese momento en tu vida en que supiste que tu camino sería también el de liderar y transformar?
Fue mi padre quien, cuando yo tenía apenas 25 años, me planteó la posibilidad de asumir el liderazgo del grupo. No se trató de una decisión repentina; fue el resultado de una conversación profunda a lo largo de dos años. Tomé la decisión de explorar a fondo y de regresar a la universidad para cursar una maestría. Esa experiencia académica me terminó confirmando que liderar era, en efecto, un camino que me apasionaba y que estaba dispuesta a asumir.
¿Qué parte de Tropicalia sientes que lleva impresa la forma de ver el mundo de tu padre, Gustavo Cisneros?
Tropicalia es, en muchos sentidos, su legado hecho realidad. Desde el inicio, su visión trascendía la idea de construir un hotel: soñaba con un proyecto capaz de transformar, de generar bienestar, de cuidar profundamente lo que nos rodea. Mi tarea ha sido materializar ese sueño impulsando iniciativas sociales, ambientales y comunitarias, con la sostenibilidad y la excelencia como pilares. Tropicalia refleja su forma de ver el mundo: un desarrollo con alma, donde el impacto social y ambiental es tan valioso como la experiencia del visitante. A través de la Fundación Tropicalia, impulsamos programas de alfabetización, creamos acceso a financiamiento para emprendedores locales y forjamos alianzas clave, como la que mantenemos con Promiches. Cada paso ha estado guiado por la responsabilidad de honrar su visión.
Playa Esmeralda es uno de los primeros lugares que nos conectó emocionalmente con Miches. La sensación de paz que sientes en ella, permanece mucho después de haberla visitado”.

Crecer rodeada de arte cambia para siempre la forma en que ves el mundo. Tu madre ha sido una de las grandes coleccionistas y promotoras de arte latinoamericano y de la educación. ¿Qué heredaste de ella y cómo lo aplicas en el día a día de tu vida?
Desde muy joven entendí que el arte no es solo una forma de expresión, sino una herramienta transformadora. Crecí viendo cómo el arte puede generar preguntas, alimentar la curiosidad, construir comunidades y sostener conversaciones más amplias sobre quiénes somos. A través del trabajo de mi madre -una de las grandes promotoras del arte latinoamericano- y del compromiso de nuestra familia con la cultura y la educación, aprendí a valorar la importancia de crear y cuidar infraestructuras culturales como una manera de preservar la memoria, estimular el pensamiento y, en última instancia, construir futuro. También aprendí el compromiso con construir infraestructuras que acompañen la memoria y el pensamiento colectivo. Así nace la Colección Tropicalia: una plataforma cultural en evolución que celebra el arte, el diseño y la artesanía caribeña, fomentando el diálogo entre tradición y contemporaneidad. Ubicada en la Bahía de Samaná, amplía la experiencia del huésped y ofrece a los artistas un espacio para crear y enriquecer el tejido cultural del país con una visión de lujo responsable y sostenible.
En colaboración con Tom Doak, el reconocido diseñador de campos de golf que integra lo último en diseño, tecnología y sostenibilidad, estamos creando lo que será el campo de golf más ecológico del Caribe”.

¿Cómo se alinea Tropicalia con la nueva visión corporativa del grupo?
Tropicalia representa el legado familiar que he heredado y que hoy define nuestra visión empresarial y social. Es, en esencia, la unión de estos dos legados: la empresa Cisneros, que, con más de cien años de historia, siempre ha tenido como sello invertir en negocios que transforman sociedades -un camino que mi abuelo empezó y que luego siguió mi padre, elevando nuestra marca a un negocio multinacional, multidisciplinario y profundamente centrado en su gente-; y la Fundación Cisneros, junto a la Colección Patricia Phelps de Cisneros, que mi madre inició en paralelo y que hoy son instituciones que han revolucionado el acceso a contenidos educativos de calidad para miles de maestros en América Latina, al mismo tiempo que han dado voz y representación al arte latinoamericano contemporáneo en todo el mundo.
Tropicalia es un proyecto de trascendencia y de legado, una apuesta por el timelessness, centrada en la experiencia humana: desde la comunidad local hasta el huésped y el inversionista. Propone la inclusión social dentro de su propia cadena de valor y empleo, priorizando contrataciones locales dentro de un radio de 50 km de nuestro sitio. Hemos sentado un referente en la etapa de construcción al eliminar prácticas nocivas, como el uso de foam en la cadena alimenticia en obra, mientras priorizamos la conservación de la biodiversidad en el diseño y la gestión del proyecto, aplicando siempre la jerarquía de mitigación. En sus aspectos sociales, Tropicalia es multidimensional. Desde 2008, a través de la Fundación Tropicalia, trabajamos codo a codo con la comunidad de Miches como una verdadera ONG de desarrollo, diseñando programas con, por y para las personas que servimos. Así, hemos podido implementar iniciativas transformadoras como Soy niña, soy importante y nuestro programa de becas universitarias, entre muchos otros. Tropicalia representa mucho más que un destino: es un modelo de cómo se puede hacer empresa con impacto. Esa es nuestra visión y nuestra realidad.
“Liderar es, en efecto, un camino que me apasiona y que estuve dispuesta a asumir”.

¿Cómo se traduce la idea de priorizar calidad sobre cantidad de turistas en Tropicalia?
En una decisión consciente y profunda: menos habitaciones, más espacio, más privacidad, más cuidado. Desde el inicio, supimos que el turismo debía repensarse con respeto al entorno y compromiso social. Apostamos por un lujo sereno, transformador, que honra la naturaleza y crea comunidad. Cada detalle está pensado para dejar huella positiva y construir un legado a largo plazo. Hoy, marcas como Aman, Rosewood, St. Regis y Four Seasons confirman que República Dominicana está lista para un nuevo capítulo: un turismo más sensato, auténtico y fiel a su esencia.
“Tropicalia es, en muchos sentidos, el legado de mi padre hecho realidad”.
¿Qué tiene Miches que no tiene ningún otro lugar en el mundo y qué ha significado para ustedes formar parte de su evolución como destino?
Miches es, sencillamente, un tesoro ecológico y humano por redescubrir. Ubicado entre la Cordillera Oriental y la Bahía de Samaná, alberga una biodiversidad única: bosques nubosos, manglares, cascadas como La Jalda (la más alta del Caribe), ríos, lagunas y kilómetros de playas vírgenes. Su microclima verde y húmedo, junto con ecosistemas marinos y terrestres, convierten la zona en un santuario natural excepcional, flanqueado por áreas protegidas como la RVS Laguna Redonda y Limón. Playa Esmeralda, con su belleza serena, fue uno de los primeros lugares que nos conectó emocionalmente con el territorio. Pero si me preguntas por algo único que define a Miches: es su gente. Una comunidad trabajadora, cálida, con una identidad cultural fuerte y una gran capacidad de crecer sin perder su esencia.
Desde nuestra llegada, entendimos que Miches no solo era un paraíso natural, sino una comunidad con potencial y ganas de crecer bien. Asumimos la responsabilidad de impulsar un desarrollo consciente, organizado y sostenible, que preserve su riqueza natural y beneficie a su gente. Para lograrlo, promovimos alianzas entre desarrolladores y fundamos PROMICHES en 2020. Hoy, con 11 miembros y presidida por Tropicalia desde 2024, esta colaboración ha sido clave para construir un modelo de crecimiento hecho a la medida de Miches, con visión a largo plazo y compromiso compartido.

¿Qué condiciones diferencian a República Dominicana como destino para un desarrollo turístico sostenible y de lujo frente a otros mercados del Caribe?
La República Dominicana ofrece una combinación única en la región: una geografía diversa y una historia centenaria que generan experiencias diferenciadoras. Su infraestructura turística consolidada, alta conectividad aérea, estabilidad política y crecimiento económico la convierten en uno de los países más accesibles y seguros para el inversionista y para el turista. La calidez de su gente y su cultura de servicio son una distinción sine qua non. El país tiene madurez de mercado para diversificar su oferta hacia el lujo. A todos estos atributos se suma la voluntad que muestra el Estado en apoyar el fortalecimiento y desarrollo sostenible del sector turístico. Tanto el presidente Luis Abinader como el ministro de Turismo, David Collado, son grandes aliados que tienen una sensibilidad y disposición excepcionales para accionar.
¿Qué criterios guiaron la elección de Isay Weinfeld y Four Seasons como aliados clave, y en qué se diferencia esta propuesta frente a otras ofertas de lujo en el país?
La elección de nuestros socios fue una de las decisiones más estratégicas del proyecto. Queríamos marcas y personas que compartieran nuestra visión de lujo con propósito y que tuvieran la sensibilidad para dialogar con el entorno y potenciarlo. Isay Weinfeld nos cautivó por su arquitectura sobria y profundamente conectada con la naturaleza. Con Four Seasons, más que atraer prestigio, buscamos un aliado comprometido con la sostenibilidad y el impacto social. Reservar este enclave para ellos ha sido nuestra manera de elevar aún más el estándar, posicionando a Tropicalia -y a República Dominicana- entre los más altos estándares de la competencia global y entre los destinos de ultralujo más admirados del mundo. Que un viajero elija Miches por encima de Hawái o Baja California lo confirma. Las branded residences permiten a los propietarios vivir con el mismo estándar de servicio que en sus hoteles. Ya se ha vendido el 50 % de las unidades residenciales. El Four Seasons Resort and Residences representa no solo un hito para la hospitalidad nacional, sino también un modelo global de lujo consciente.
“Si me preguntas por algo único que define a Miches, es su gente. Una comunidad cálida, trabajadora, con una identidad cultural viva y una capacidad enorme para crecer sin perder su esencia”.
En el reciente evento en Tropicalia, la experiencia fue una sinergia entre paisaje, gastronomía y sensibilidad local junto a talento emergente como el chef Olivier Bur. ¿Qué importancia tiene la inclusión de talento local, desde artesanos hasta ingenieros, en la construcción de un destino turístico que aspire a ser sostenible e icónico?
Incluir talento local en Tropicalia es esencial para construir un destino auténtico y sostenible. Al colaborar con chefs, artesanos e ingenieros de la región, damos forma a una identidad profundamente conectada con la comunidad. Un ejemplo es el chef Olivier Bur, cuya relación con Tropicalia comenzó apoyando el programa Soy niña, soy importante y evolucionó hacia una colaboración culinaria que celebra la herencia dominicana con sensibilidad e innovación. Su propuesta en Casarré refleja esa visión. Colaborar con profesionales que entienden y celebran el valor de lo local nos permite crear experiencias que van más allá del lujo y que resaltan la identidad de Miches. Es así como logramos que nuestros visitantes no se sientan en un lugar genérico, sino como parte de una comunidad especial.

¿Cuáles fibras se activan cuando estás frente a una comunidad local versus a inversionistas?
Cada vez que hablo de Tropicalia, ya sea con la comunidad de Miches o con inversionistas, siento lo mismo: una pasión genuina por el proyecto y un compromiso profundo con su propósito. Lo que me impulsa es compartir una visión en la que creo plenamente, y eso es justamente lo que nos distingue como equipo: la autenticidad con la que nos expresamos, la calidez con la que nos relacionamos y la convicción con la que defendemos lo que hacemos, en un contexto donde cada interlocutor es parte esencial de este proyecto que construimos juntos.

Has caminado de la mano con la comunidad de Miches durante años, sembrando confianza, oportunidades y sueños compartidos. ¿Cómo ha evolucionado esa relación a lo largo del tiempo? ¿Qué lugar ocupa Soy niña, soy importante en tu corazón, y por qué ese compromiso tan profundo con las niñas se ha vuelto una causa irrenunciable para ti?
Desde el inicio, supimos que Tropicalia debía construirse junto a la comunidad. Por eso, en 2008 creamos la Fundación Tropicalia con un enfoque colaborativo entre residentes, gobierno y sector privado. Esa escucha activa nos permitió identificar necesidades reales y diseñar más de 30 programas, cinco de los cuales hoy son referentes nacionales. Entendimos que la educación era la base del progreso y que las niñas y mujeres enfrentaban vulnerabilidades profundas. Así nació Soy niña, soy importante, el proyecto que más ha tocado mi corazón. Buscamos transformar la realidad de miles de niñas, enseñándoles sus derechos, ayudándolas a descubrir su potencial y ofreciéndoles herramientas para completar su educación y construir un futuro con opciones reales. Más de 3,000 niñas han sido impactadas, y ver cómo muchas de ellas regresan como voluntarias o ya como universitarias listas para aportar a su comunidad, es una de las mayores recompensas. La infancia, especialmente en contextos de escasez, requiere una protección activa, y por eso asumimos el compromiso de intervenir desde la raíz: prevenir el abandono escolar, los matrimonios y embarazos tempranos, y formar líderes que sepan alzar la voz frente al abuso. Esta labor incluso fue reconocida por la BBC en su documental In Pursuit of Wellness. Y ahora, el próximo paso es integrar a los niños, fomentando nuevos modelos de respeto y equidad, para que este legado de esperanza y transformación verdaderamente perdure. Porque en Miches, cada avance es también una historia compartida.
“Mi niña interior siempre me recuerda que todo se soluciona con un baño de mar”.
¿Cómo se ha materializado la colaboración entre Promiches, la comunidad y el Estado, y cuáles logros consideran motivo de mayor orgullo dentro de este proceso colectivo?
En Miches, la unión entre comunidad, sector privado y Estado ha dejado de ser un ideal para convertirse en una realidad tangible. A través de PROMICHES, hemos consolidado una alianza público-privada que aborda de forma integral desafíos ambientales y sociales: desde la protección de cuencas hidrográficas y especies como las tortugas marinas, hasta la gestión de residuos y la planificación territorial. Nos llena de orgullo haber impulsado iniciativas como ProTortuga, que protege 50 km de litoral, así como la instalación de iluminación turtle friendly. También hemos reorganizado el acceso público a Playa Esmeralda (cediendo junto a otros miembros más de 250,000 m² de terreno sin compensación) y donado el diseño de una nueva infraestructura comunitaria. La firma de un acuerdo con el gobierno dominicano en 2021 selló el compromiso con un desarrollo turístico responsable. Y junto a ellos, hemos contribuido a obras clave como la carretera Uvero Alto–Miches y el acueducto hotelero, consolidando así un modelo de crecimiento que protege el futuro de Miches y equilibra conservación, comunidad e infraestructura.
El turismo está atravesando una transformación profunda. Desde tu perspectiva, ¿Qué tendencias marcarán el futuro de esta industria en República Dominicana y cómo puede el país prepararse para liderar esta nueva era?
El turismo de lujo se está redefiniendo globalmente, y República Dominicana tiene la oportunidad de ser un referente en esa evolución. Las tendencias que marcarán el futuro giran en torno a tres grandes ejes: autenticidad, sostenibilidad y bienestar integral. El viajero de hoy busca experiencias significativas, conectadas con la cultura local y respetuosas del entorno. La sostenibilidad dejará de ser un valor agregado para convertirse en un estándar, mientras que el bienestar se redefine como equilibrio y propósito. Con su calidez cultural y riqueza natural, el país tiene el potencial de liderar esta nueva era del turismo consciente. El Caribe puede ser ese refugio si se planifica con sensibilidad y visión de futuro. Desde mi perspectiva, el futuro del turismo en la República Dominicana se perfila como una evolución hacia formas más conscientes, auténticas y sostenibles de viajar. El lujo ya no se mide en metros cuadrados, sino en la conexión real con el lugar: caminar por paisajes vírgenes, escuchar historias locales, saborear lo propio. Esa búsqueda de sentido es una gran oportunidad para el país, que cuenta con una geografía diversa, una cultura vibrante y una hospitalidad genuina. El bienestar se redefine como un espacio de equilibrio entre lo ancestral y lo contemporáneo. Con estabilidad política, infraestructura aeroportuaria robusta y talento humano con vocación de servicio, el país está listo para abrazar esta evolución. Viajar, hoy, también es cuidar, y República Dominicana tiene mucho que ofrecer al mundo desde ese nuevo lugar.


El concepto de lujo está cambiando: hoy se habla menos de opulencia y más de tiempo, privacidad, autenticidad y propósito. Desde tu visión, ¿qué significa el lujo con propósito en el contexto del Caribe, cómo lo encarna Tropicalia en República Dominicana y qué valores crees que hoy conectan verdaderamente con el viajero sofisticado y consciente?
Para mí, el turismo de lujo no se mide por el precio ni la estética, sino por la intención y la profundidad de la experiencia. Es el privilegio del tiempo y la perspectiva, usados con conciencia. El verdadero lujo resiste la inercia: no busca entretener pasivamente, sino invitar a prestar atención, a estudiar un lugar antes de llegar, a aprender su idioma, a entender su historia a través del arte, la música y los rituales cotidianos. En Tropicalia, buscamos integrarnos al paisaje, no imponernos. Usamos materiales locales, ventilación natural y diseño pasivo para crear una inmersión real en el entorno. Porque al final, el lujo auténtico no se trata de lo que consumes, sino de la calidad de la presencia que entregas. Realmente, lo que nos motivó desde el principio fue el propósito: un proyecto de alto impacto social y bajo impacto ambiental. El lujo se convirtió en el vehículo ideal, donde menos es más. Hoy, el verdadero lujo es el silencio, la paz, la desconexión. También es saber que tu inversión tiene un impacto positivo. Desde nuestro diseño de baja densidad, que preserva el 67 % del terreno; nuestro objetivo de alcanzar la certificación LEED; hasta nuestras alianzas estratégicas con actores como BID Invest, cada decisión refleja esa visión de un lujo con propósito, regenerativo y que mira al largo plazo.

Como mujer al frente de un conglomerado multigeneracional, ¿qué aprendizajes personales te han permitido liderar con audacia y sensibilidad a la vez?
Liderar un grupo multigeneracional ha sido una escuela de tiempo y conciencia. Me ha enseñado que una visión de largo plazo solo cobra sentido con empatía. El verdadero éxito se mide por el impacto que dejamos en nuestra comunidad y en el entorno. Mi forma de liderazgo se basa en cuestionar constantemente el legado que construimos, escuchar, innovar y avanzar con otros, de forma justa y humana. De ahí nace una forma de liderazgo que se atreve a innovar, a romper moldes, a apostar por ideas que transforman. Pero que también sabe escuchar, conectar, adaptarse. No se trata solo de avanzar, sino de avanzar juntos.
Mi gran sueño es recorrer La Hispaniola en bicicleta”.
Eres parte de una generación que ha redefinido el rol empresarial con una mirada más ética y consciente. ¿Cómo visualizas el legado que quieres dejar en el Caribe y América Latina en temas de turismo regional?
Queremos ser recordados por haber tenido el coraje de hacer las cosas distinto: creer que el lujo puede ser responsable, que el desarrollo debe beneficiar a todos y que el turismo puede ser una fuerza de transformación real. En Tropicalia, cada decisión nace de esa convicción. Apostamos por un modelo que pone a las personas y al entorno en el centro, que crece con propósito y deja huella. Desde la Fundación Tropicalia hasta iniciativas como ProTortuga y alianzas con The Nature Conservancy, sembramos un legado donde disfrutar significa también cuidar, y donde cada experiencia se convierte en parte de algo aún mayor.

WHAT’S NEXT
“El siguiente paso en nuestra visión es seguir creando experiencias icónicas que dejen una huella positiva en la región. En la Gran Tropicalia, continuaremos llevando nuestra propuesta a nuevas alturas con proyectos transformadores. En colaboración con Tom Doak, el reconocido diseñador de campos de golf que integra lo último en diseño, tecnología y sostenibilidad, estamos creando lo que será el campo de golf más ecológico del Caribe. Este proyecto refuerza nuestra filosofía de predicar “con hechos, no con palabras”, demostrando que es posible fusionar turismo y conservación de manera auténtica y efectiva. A través de la innovación en Tropicalia, nuestro objetivo es inspirar a otros a elevar sus propios estándares, para que la República Dominicana no solo sea un destino soñado, sino también un modelo global de sostenibilidad y experiencias únicas.”
Preguntas rápidas
• ¿Un libro que siempre vuelves a subrayar?
Unreasonable Hospitality de Will Guidara (Versión en español: Hospitalidad Irracional)
• ¿El rincón de Miches que te emociona cada vez que lo visitas?
Playa Esmeralda
• ¿Qué te relaja cuando el mundo va demasiado rápido?
Bañarme en el mar
•¿Una comida dominicana que aprendiste a amar con el tiempo?
Mabí
• ¿Algo que guardas siempre en tu maleta, aunque casi nunca usas?
Bandas de resistencia
• ¿Una frase de tu padre o tu madre que hoy cobra más sentido que nunca?
“Cuesta lo que vale”… o “Festina Lente” (“Apresúrate lentamente”)…
• ¿Un talento oculto que has empezado a cultivar?
Aprender a jugar golf
• ¿Un sueño por cumplir?
Recorrer la Hispaniola en bicicleta
• ¿Lo que la niña Adriana le recuerda con frecuencia a la adulta?
Que todo se soluciona con un baño de mar
• Una obra: Devosyon Makaya, c. 2021-2024, de la artista Myrland Constant (Haití)
• Un artista: Natalia Ortega
• La playa es: Medicinal
• La Caracas que llevas presente en el corazón: Así es, mi hogar
• Lo que República Dominicana representa para ti: Mi lugar favorito
• ¿Cómo imaginas tu vida y la de Tropicalia, dentro de 20 años?
Feliz, en paz y en la naturaleza
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