
Tromsø: El paraíso de las auroras boreales
Incluimos a Tromsø, la ciudad más al norte del mundo, como parte de un viaje muy especial a Noruega, la tierra de mis antepasados.

La idea era visitar a mi abuela en Oslo y escaparnos un par de días a un destino en el que pudiéramos vivir la magia del invierno en ese hermoso país. Buscando y buscando, dimos con Tromsø, un pueblo encantador que ofrecía divinos paisajes, turismo de aventura con actividades propias del área y rica gastronomía. En pocas palabras, justo lo que necesitábamos.

Bruno Torres, Ismael Cala, Evelyn Betancourt y Carlos Rodríguez
Con el deseo de volver a ver las auroras boreales (Tromsø es uno de los lugares con las mejores probabilidades del mundo para verlas) y conocer un poco de los sami, los indígenas de la parte norte de la península escandinava, llegamos a Tromsø y ¡fue amor a primera vista! La capital del Ártico, como se le conoce, nos recibió revelando de inmediato sus múltiples encantos, y este grupo de aventureros no pudo hacer otra cosa que sucumbir ante ellos.

Llegamos al Radisson Blu, el hotel que escogimos para nuestra estadía por su increíble ubicación, justo en el centro y cerca de todo, con increíbles vistas a la montaña y a los fiordos. También nos encantó que desde allí salían muchas de las aventuras que teníamos en agenda, iniciando ese mismo día. Fuimos a comer a un lugar delicioso, Full Steam Restaurant & Bar (más que recomendado), donde devoramos manjares típicos mientras disfrutábamos de un ambiente súper acogedor. Este restaurante ha sido reconocido por Tripadvisor Travellers’ Choice como uno de los mejores de la ciudad, y con razón. Sus pescados y sopas fueron la mejor bienvenida para estos caribeños congelados y felices.
Luego fuimos al Ice Bar, otro punto de interés de Tromsø, y terminamos el día con una rica cena y un paseo por los fiordos como parte de un tour que prometía acercarnos a las auroras boreales (hay muchas opciones, pero esta no es la que más recomiendo). El paseo fue muy lindo, sin embargo, en este primer intento… nada de auroras. Igual, no nos desanimamos porque, al día siguiente, la apuesta sería un poco más definitiva.

El segundo día en Tromsø fue mi favorito porque estuvo lleno de aventuras inolvidables. Bien tempranito, salimos a conocer a los sami, los indígenas del norte que habitan en Noruega, Finlandia y otros países del área. La experiencia fue súper interesante porque nos permitió adentrarnos en su cultura, ver cómo viven e interactuar y darle de comer a los renos (mi parte favorita). El pueblo sami tiene una fuerte conexión con este animal, considerado parte fundamental de su cultura. Se alimentan de su carne y con su piel hacen prendas de ropa y calzado. Básicamente, todo gira alrededor de ellos. Pasamos unas cuantas horas en el campamento y, después de una rica sopa y un chocolate caliente para entrar en calor, cerramos la experiencia con los sami y fuimos de regreso al hotel para prepararnos para nuestra próxima aventura: cazar auroras.
Por su ubicación, justo en el centro del óvalo de las auroras boreales, Tromsø es uno de los lugares con mejores probabilidades para verlas. Por esa razón, el destino ofrece muchísimas actividades diferentes para lograrlo. Nosotros optamos por un tour a un área alejada y, aunque siempre se hacen entrada la noche, en esta oportunidad me sorprendió que salimos relativamente temprano. Quizás tiene que ver con lo poco que dura la luz en invierno en este punto del planeta. El sol sube y, una hora después, baja. O sea, la mayor parte del día está oscuro. Salimos a las 7:00 p.m. del hotel y, dos horas después, llegamos al lugar señalado: una montaña ubicada en un punto remoto con una casa para cobijarnos y cenar. Ahí pasaríamos un par de horas en contacto con la naturaleza.

Los renos son parte fundamental de la cultura sami


Guía sami
Tuvimos tanta suerte que apenas llegamos, vimos las auroras boreales en verde brillante. En nuestro caso, ya las habíamos visto antes en otro destino, pero siempre es muy emocionante encontrarte con este espectáculo de luces en el cielo. Una maravilla más de nuestro mágico planeta. Disfrutamos, nos hicimos fotos, comimos rico y nos preparamos para salir de vuelta a la ciudad, no sin antes parar en una montaña forrada en nieve para apreciar la majestuosidad de los paisajes del área y, como nuestro guía nos dijo, “vivir la sensación inolvidable que ofrece la montaña”. Así mismo fue para mí: especial e inolvidable.

En nuestro tercer y último día en Tromsø teníamos algunos puntos pendientes a visitar, así que nos pusimos en órbita desde temprano. Nos montamos en el teleférico para, según nos dijo una local a la que le pedimos sugerencias, disfrutar de la mejor vista de Tromsø. Esta es una de las actividades más populares en este destino y la verdad es que las vistas que se disfrutan desde la punta de la montaña son impresionantes. Bajamos y caminamos por los alrededores en dirección a la Catedral del Ártico, otro de los imperdibles, y aunque no pudimos entrar, apreciamos su belleza exterior. Decidimos cruzar el puente a pie, pero como en Noruega todas las señalizaciones están en noruego y muy pocas en inglés, nos fuimos por el carril de las bicicletas sin saberlo y nos ganamos una que otra miradita acusadora y ni sabíamos por qué. Nos enteramos al final del trayecto cuando una señora se paró para explicarnos. Cosas que pasan y lección aprendida.

Disfrutando manjares típicos en Full Steam Restaurant & Bar


Ya en las últimas horas, literalmente corrimos para hacer una parada técnica en el Troll Museum (creo que podrían mejorar la experiencia) y en Polaria, el acuario más septentrional del mundo. Antes de salir al aeropuerto, entramos a un coqueto café con pinta de oferta local para asegurarnos de despedirnos de ese lugar que tanto nos gustó con sabor a uno de sus postres típicos. Y es que si algo aprendimos en este viaje es que para ir a Tromsø y disfrutar plenamente de su oferta, se necesitan al menos cinco días, y que no hay postres como los noruegos. ¡Vuelvo pronto!
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