Nuestra directora, Evelyn Betancourt Holt-Seeland, nos relata la experiencia de subir a la cima del Pico Duarte, la montaña más alta del Caribe y la razón n° 1 de nuestro libro 101 razones por la que República Dominicana es grandiosa.

Subir al Pico Duarte me demuestra que no hay límites para un alma comprometida. Para mí fue un sueño hecho realidad. Sobre todo, porque tenía pendiente vivir la razón que da inicio a nuestro libro 101 razones por las que República Dominicana es grandiosa. Por eso quisimos «coronar» el Pico honrando este trabajo editorial que a su vez honra a nuestra exuberante isla bonita.

Fueron dos días caminando sobre todo tipo de terreno. Bajo sol, lluvia, con neblina, resbalando, cayéndonos. Pero siempre levantándonos con paso firme hasta la meta. ¿Cuál?, llegar a la copa de la montaña más alta del Caribe, 3087 metros sobre el nivel del mar. Desde el inicio, es inevitable no sorprenderse con la diversidad de flora y fauna en el lugar. El camino, aunque ancho, te cubre de fango con cada paso. Tras unas horas, cruzamos un río, descendimos a un valle húmedo y divisamos áreas donde el camino se reducía a una franja fangosa de una sola fila. Pero, sobre todo, subimos y subimos.

La travesía al Pico Duarte

El primer día de la travesía al Pico Duarte se completó con la llegada a La Compartición. Allí en el campamento dormimos antes de coronar la cima. Es muy duro, pues se camina todo el día en subidas. Cada quien a su paso, cada quien viviendo su propia experiencia transformadora. Con cada zancada confirmas eso que bien dicen que del Pico no se regresa igual. Y eso se siente desde que llegas.

Al día siguiente rompimos el campamento con destino a la cima. Emprendimos el camino con la luz tenue de la mañana. Trepamos a través del bosque verde y profundo por un camino amarillo y pedregoso. A veces, las paredes de tierra se elevaban a ambos lados sobre nosotros. Otras veces caían bruscamente hacia barrancos, lo que hacía que cualquier paso fuera una receta para el asombro.

En cuestión de minutos, el paisaje comenzó a cambiar drásticamente. Los bosques típicamente poblados dieron paso a una decidida vista de pinos. Y como si un bosque de pinos en el Caribe no fuera lo suficientemente raro, un montón de troncos ennegrecidos todavía estaban esparcidos a ambos lados del camino. Y allí estaba la hierba corta y los arbustos pequeños infiltrándose para llenar los huecos. Como consecuencia, el esplendor natural es un espectáculo de otro mundo. ¡Y es hermoso!

En la cima

La senda te hace recordar las tres reglas del montañismo. “Siempre está más lejos de lo que parece, siempre está más alto de lo que parece y siempre es más difícil de lo que parece”. ¿Quién sabía cuando llegamos al punto más alto de las 7000 islas que componen las Antillas que mi caminata resultaría ser toda una aventura?

Directamente en el Caribe, me encontré abrigada en capas contra el frío progresivo. Dos horas de trayecto y más de 600 metros en elevación. Y estaba allí, lo había logrado. Abrazamos el busto de Juan Pablo Duarte mientras miraba al Este. Luego configuramos la cámara para “la gran foto” que sería una de muchas grandes fotos desde el punto más alto del Caribe.

¿Deberías hacerlo? Sí, absolutamente. Pero ten en cuenta que es un compromiso de días, la caminata es larga, empinada y no siempre es fácil. Créeme que cuando hace frío, hace frío. La recompensa, sin embargo, es la vista menos común y más espectacular que puedas tener en el Caribe. Si decides hacerlo, definitivamente, hazlo con amigos para hacerlo más divertido. Y hazte acompañar por especialistas, como los amigos de @picoduartetours, quienes nos acompañaron para hacerlo realidad.