Para llegar a ser el virtual vencedor de la carrera por la Casa Blanca, Joe Biden tuvo que hacer añicos las convicciones sobre cómo funciona la política estadounidense moderna.

Desde un ángulo, la victoria de Joe Biden en las elecciones estadounidenses adquiere un aura de casi inevitabilidad. Primeramente, por su carácter popular y experimentado. Pero también por contar con el aval de haber sido el vicepresidente de Barack Obama, que sigue siendo la figura más popular de la política estadounidense. Se postuló contra Donald Trump, quien nunca ganó la mayoría de los votos en una elección ni logró una aprobación del 50 por ciento en los promedios de las encuestas. Especialmente relevante, la campaña se desarrolló en medio de la devastación provocada por el coronavirus, que ha matado a más de 230.000 estadounidenses y ha dejado a millones más sin trabajo y asustados.

Sin embargo, para llegar hasta donde ha llegado, Joe Biden tuvo que hacer añicos la sabiduría convencional sobre cómo funciona la política estadounidense moderna. Para empezar, tuvo que sacudirse una gran procesión de críticos y detractores. Pero además reunió y mantuvo unida una coalición poco probable que se extendía desde socialistas democráticos hasta republicanos moderados.

Especialmente relevante. En la era del enfoque político de Trump de “yo solo puedo arreglarlo”, Biden muestra los resultados de una campaña basada en relaciones y compromisos. Desafió las tendencias políticas y a los asesores inquietos. Y con frecuencia pasaba a segundo plano en la coalición que estaba formando. Los demócratas se preocupaban casi continuamente de que Biden no estuviera haciendo lo suficiente para entusiasmar a los votantes. Pero al final, es el virtual ganador de las elecciones con mayor participación en la historia estadounidense. Un hecho que no podrá negársele, ya sea porque tuvo una campaña exitosa o porque la elección fuera un plebiscito contra Trump, como dicen no pocos analistas. ¿Cómo pudo lograrlo? Acá, algunas lecciones.

Primera lección de Joe Biden: lo personal es político

Joe Biden es un político, en el sentido más profundo y verdadero del término. En una cultura que viene premiando el desempeño de la convicción intransigente, Biden se deleita en el trabajo plural de la negociación política. Su política no se trata de lo que él cree. Sino de encontrar la intersección de lo que él cree, lo que cree que cree el país y lo que cree la gente a la que necesita ganarse. Lo cual habla del tipo de presidencia que probablemente tendrá si llega a ser proclamado.

Este enfoque le dio muchos frutos. Las primarias Demócratas se definieron por una batalla entre el ala moderada más establecida del partido y su creciente facción de izquierda. Biden ganó en una dramática victoria impulsada por su éxito en Carolina del Sur y una gran cantidad de patrocinios y abandonos de renombre. El escenario estaba preparado para la división y la desconfianza.

Biden unió al partido sin problemas. Y fue su atención a las relaciones personales lo que sentó las bases. “Creo que la diferencia ahora es que tengo una mejor relación con Joe Biden que con Hillary Clinton. Y él ha sido mucho más receptivo a sentarse y hablar conmigo y con otros progresistas”, dijo al New Yorker su rival, el senador Bernie Sanders.

Como escribió el propio Biden, las relaciones personales generan confianza. Y la confianza construye una base sobre la cual la negociación y el compromiso es posible. Y así, la relación Biden-Sanders dio a luz a los grupos de trabajo Biden-Sanders. Sin duda, la decisión más impresionante e interesante de su campaña.

Segunda lección: Si todo cambia, yo también

Otra lectura de la campaña de Biden es que a medida que cambia su país, él cambia. Y lo hace con orgullo. Para él, ese es el trabajo de un líder. Absorber los desacuerdos y las necesidades de un país hoy muy polarizado y diverso. Utilizando los canales y las instituciones de la política para perfeccionar constantemente la unión.

Mientras sus rivales Sanders y Elizabeth Warren se presentaron como los orgullosos abanderados de la izquierda, Biden se presentó como moderado. Abogó por una opción sólida de seguro de salud pública en vez de salud gratis para todos. Límites estrictos al fracking en lugar de una prohibición total. Y políticas que reducirían la pobreza de los adultos en un 50 por ciento y la pobreza de los niños en un 75 por ciento en lugar de un ingreso básico universal.

La campaña de Trump quedó desconcertada por esto. Intentaron implacablemente, y a veces de manera divertida, pintar a Biden como un socialista radical. Pero la verdad es que Biden ofrece la agenda social de cualquier candidato presidencial en la historia moderna.

Tercera lección: Ante la tormenta, calma

Una tendencia típica de la política es contrarrestar la estrategia ganadora de la elección anterior. En 2016, Trump ganó dominando la atención de los medios. Era ineludible, inagotable. Y así, una sabiduría convencional se posicionó rápidamente entre los analistas. Para vencer a Trump, en la era moderna de la política impulsada por las redes sociales, hay que interrumpir su capacidad para establecer la agenda, cerrar su talento para controlar la conversación. Hay que luchar contra él en Twitter, Facebook y YouTube.

Pero Biden simplemente se negó, pese a las críticas. Biden realizó una campaña extrañamente modesta. Y se volvió aún más tranquila después de que el coronavirus golpeó y cesaron los eventos en persona. Trump estaba celebrando conferencias de prensa diarias, apareciendo en mítines y atrayendo la atención de las redes. ¿Dónde estaba Biden?, esperando.

“Cuanto más habla (Trump), mejor soy”, dijo Biden en mayo. La apuesta de Biden, tanto en las primarias como en la general, fue que los estadounidenses estaban cansados ​​de las voces altaneras, quejas y disputas que dominaban los medios políticos. Y, por el contrario, realizó una campaña publicitaria inusualmente positiva en un intento incluso por llegar a los votantes que no odiaban a Trump. Sino que solo querían un candidato y una presidencia que se sintieran diferentes a la actual.

Si, en 2016, Trump demostró la potencia de llevar a cabo una campaña ofensiva, la estrategia de Biden para 2020 demostró que una campaña estratégicamente inofensiva podría ser una respuesta potente. Se necesitarán resultados completos para juzgar verdaderamente esta estrategia. Pero hasta ahora, parece que Biden se adelantó a todos los estrategas. La estrategia de Biden funcionó en el contexto de la presidencia de Trump. Y ahora veremos si funciona en una posible presidencia de Biden.