Lo que tienes que saber para poner en marcha un plan exitoso para tu empresa.

La crisis nos ha hecho ver que la transformación digital va más allá de tener una página en Facebook, un perfil en Instagram, una app móvil o un sitio web. Implica ver los procesos claves de operación de la empresa y buscar soluciones para eficientizar de forma óptima los canales para brindar servicios, agregar valor a lo interno (empleados y stakeholders) y a lo externo (clientes actuales, clientes potenciales y proveedores) y mantener los ingresos.

Pero, ¿por dónde comenzamos? Aquí, el paso a paso:

Capital humano. El primer aspecto a tomar en cuenta es el humano: las personas. Por tanto, es fundamental redefinir el tipo de colaboradores, competencias y talentos que la empresa necesita, prestando especial atención a valores como: accountability, proactividad, sed de aprendizaje, colaboración, trabajo en equipo, autogestión y buena relación con los demás.

Objetivos claros. A la hora de iniciar el camino de la transformación digital, todo CEO debe preguntarse: ¿Qué quiero lograr? ¿Aumentar la visibilidad de mis productos o servicios? ¿Incrementar la cantidad de potenciales clientes para aumentar los niveles de ingresos? ¿Integrar nuevos canales de distribución? ¿Monetizar lo que hago a través de canales no presenciales? ¿Establecer mecanismos de recolección de data para tomar decisiones más informadas? Todos estos son caminos posibles, y del objetivo dependerá el plan de acción.

Pies sobre la tierra. Este proceso implica un cambio organizacional de 180 grados para la empresa, y la habilidad para ejecutar el plan dependerá de la disponibilidad del equipo de trabajo, la capacidad de contratación (en caso que no se tenga la competencia in-house), recursos técnicos, tiempo y presupuesto. Es importante poner en una balanza dos elementos clave: la factibilidad de cada acción a emprender y el impacto para tu negocio.

transformación digital u organizacional

¿Equipo interno o recursos externos?

Por lo general, lo que mejor funciona es un equipo mixto en el que los colaboradores internos asuman un rol protagónico, lo que resulta indispensable para promover e integrar los cambios, así como para mantener funcionando la organización en medio del proceso. Se debe asignar a un líder que se asegure de que la estrategia digital se integre a la estrategia global de la empresa para que el esfuerzo no se reduzca a la compra de “gadgets” e infraestructura técnica.

Arréglalo, aunque no esté roto. Me identifico mucho con el planteamiento del experto en transformación digital Daniel Newman que reta la noción común de “si no está roto, no lo arregles”. Newman planteó en una de sus contribuciones con la revista Forbes que los “líderes de cambio ágiles no solo arreglan lo que está roto, sino que buscan activamente lo que no está en su mejor punto, aún antes de saberlo”. Siempre dando la milla extra, siempre mirando hacia adelante.

Busca cómplices para la transformación digital

Pensar en digital es crear relaciones, puentes. Crea un grupo de “early adopters” que encarnen la transformación y promuevan tu visión. Eso te permitirá ir gradualmente aplicando la estrategia digital y tener ejemplos y resultados concretos que compartir con el resto del equipo. Es importante que todos entiendan el por qué de los cambios, las implicaciones para su día a día y para los objetivos de la empresa.

Agilidad, evolución y reinvención

Fracasar no es una mala palabra. Mientras más ágiles son las empresas, más preparadas estarán para la transformación organizacional que implica pensar en “digital”. Así lo confirma Peter Bendor-Samuel, CEO de Everest Group y columnista de Forbes, en su artículo ​Digital Transformation Success Depends on Agile Approach to Change​: “… abrazar la filosofía de la agilidad para la transformación requiere un cambio de mentalidad de la visión empresarial tradicional que no permite el fracaso. La experimentación es un elemento esencial. Las empresas deben celebrar el fracaso, el hecho de hacer cosas, de aprender, de probar, en vez de penalizar el fracaso”. Esto tiene que ver con el desarrollo de una nueva capacidad organizacional que me gusta llamar “la mentalidad del beta constante”, en la que no existen productos ni servicios perfectos, sino en constante evolución y reinvención.